La esperanza de Pandora

Un día me pregunté el significado de la palabra esperanza. Como me enseñaron una vez, simplemente busqué su significado etimológico. La palabra esperanza viene de esperar, del latín sperare. Y esta definición llegó a repreguntarme sobre la eterna espera que nos conduce la esperanza, y si esto mismo tiene o no, un valor para quien la toma como última posibilidad frente a algún dilema o circunstancia crucial que la vida suele presentar.

En lo cotidiano, solemos usar una famosa expresión que atina a decir que la esperanza es lo último que se pierde. ¿Pero sabemos de dónde proviene? Nos remontaremos a un mito clásico. ¿Recuerdan la famosa “caja de Pandora”? Bueno, ésta contenía adentro todos los males que el ser humano podía atravesar. Pandora, siendo curiosa, la abrió y provocó que escaparan estos males.  Pero de todo lo que contenía, lo único que quedó fue la esperanza. Y la caja se volvió a cerrar. Por lo tanto, la esperanza, termina siendo lo único a la cual se podía recurrir. Ahora bien, siguiendo el sentido de esta concepción, se entendía a la esperanza como un mal. Entonces… ¿Por qué nos aferramos a la esperanza? ¿Por qué no dejamos ir eso que hasta ahora no tuvo resultados positivos? ¿Por qué seguir alimentando un deseo con la espera de un milagro, una acción sin causa?

La creencia de lo divino o la razón de la vida, ha despertado la reflexión de filósofos, teólogos, escritores, poetas, etc. Y con ello se han afianzado muchas ideas y las tomamos como válidas. Entonces este concepto que tenemos de la esperanza, como último recurso para concretar nuestro deseo inconcluso y doloroso hasta el momento, es una idea prefijada de un mito o leyenda; y tal vez lo que es un mito es la idea de seguir esperando una resolución que jamás vendrá, no al menos como quisiéramos que fuera. Pero esto no quiere decir que lo que transitamos no este imbuido de un valor mayor. Sino que a veces esperamos, desde nuestro ego o la necesidad de control, lo que no se ajusta a nuestra vida. ¿Acaso no estamos llenos de este tipo de historias en nuestra realidad cotidiana?

El esperar y quedarnos sentados, como si algo llegara desde el cielo, suele ser más doloroso que reevaluar nuestro objetivo y plantearnos una nueva meta. Sin embargo, seguimos insistiendo. ¿Será que el mito de Pandora entonces es real? Aferrarnos a lo que ya no funciona, a la pluma que ya no tiene tinta, genera un apego, y si éste no se transforma entonces no da lugar a lo nuevo. Si logramos aceptar quitarnos la máscara del ego, y dejar atrás lo que no tiene sentido en nuestro camino; nos brindará libertad. Algo que la esperanza termina coartando y nos deja como prisioneros de nuestro destino. Tal vez para disfrutar plenamente la vida y renacer en un entorno que siempre está en constante cambio, debemos permitir esta transformación: abrir la caja, como hizo Pandora, y no dejar nada adentro para tener todas las opciones al alcance de las decisiones que podemos tomar.

En la actualidad, cuando el mundo atraviesa cambios inesperados, se nos pone a prueba de cuanto nos vamos a aferrar a las viejas construcciones. Aunque en el camino tengamos que realizar cualquier tipo de duelo, no es más que para construir y dar paso a las nuevas formas. Seguramente la esperanza salió de la caja, y lo que nos propone hoy, es una revaloración del uso que haremos de ella. Perder la esperanza no es, entonces, más que un camino para liberarnos de lo que nos limita. Sin dudas, la esperanza de Pandora fue que abramos la caja de la vida y obtener así el libre albedrío de nuestro camino.