Cuarentena: pensando con Foucault

No soy un profeta, mi trabajo es construir ventanas donde antes solo había pared”, Foucault

Michel Foucault nació en Poitiers, Francia el 15 de Octubre de 1926 y falleció en París, en Junio de 1984. Fue psicólogo, filósofo, sociólogo, docente y en su vida, no tan extensa como él y nosotros hubiésemos querido que sea, dejó obras que son ineludibles en el pensamiento contemporáneo: Vigilar y castigar, Las palabras y las cosas, El nacimiento de la clínica, etc.

En 1961 publicó un libro llamado “Historia de la locura en la época clásica”. En esta magnífica y detallada obra, Foucault se embarca en el estudio de la concepción de locura sobre todo en los siglos XVII y XVIII y cómo se ha ido pasando del concepto de peste, al de enfermedad clínica y al de locura como una vergüenza a esconder por la sociedad “normal”. No pretendo hacer una exegesis de esta obra, pero la menciono porque cuando comienza su estudio posicionándose en la Edad Media y la existencia de los leprosarios, da algunas ideas que me han hecho pensar en nuestra situación actual y sobre todo en la consecuencia social que eclosionará cuando esta cuarentena se acabe (confío en que en algún momento pasará). La pandemia y su cuarentena se nos metió en la vida de una manera casi indeleble ¿Qué pasará cuando no esté? ¿No estamos empezando a construir un nueva cotidianeidad a través de ella? ¿Qué lugar tan inmenso e importante ocupa que ya hemos moldeado nuestros hábitos en torno a ella? cuando  desaparezca, ¿Desaparecerán con ella las estructuras y formas que ha impuesto?¿No empezamos a acostumbrarnos a vivir en este campo vital con estas particularidades?

Foucault dice en esta obra del año 1961: “Desaparecida la lepra, olvidado el leproso, o casi, estas estructuras permanecerán (…) Con un sentido completamente nuevo, y en una cultura muy distinta, las formas subsistirán, esencialmente esta forma considerable de separación rigurosa, que es exclusión social, pero reintegración espiritual”.

En el estudio del pensador francés, ese lugar dejado por los leprosos, lo ocuparán las enfermedades venéreas y ya se podrá pasar a un plano clínico con todo lo que eso implica (nuevos estudios, instituciones de hacinamiento de enfermos, inversión económico), hasta llegar al “loco” como la figura de la sinrazón que encarna todo lo anterior y merece ser separado de los “normales” y hasta enviado en una “stulltiferanavis”, una nave de locos a la deriva del mar, para que los aleje de la vergüenza que representan. Esa vergüenza ¿saben cuál es? Que la locura no es la antítesis de la razón, es una cara de la misma moneda, es la debilidad de un hombre que se cree tan racional que no admite que pueda volverse loco, el loco es un“enfermo” al que me fascina estudiar para poder justificar “mi normalidad”.

El caso es el siguiente: así como Foucault encontró el camino en donde después de una crisis sanitaria como la lepra no se pudo deshacer del lugar que ya había dejado socialmente el leprosario y se lo fue llenando de patologías para de ahí construir un dispositivo ideológico, de poder, de miedo, de normalización donde la medicina se convertía en la portavoz de una razón que combatiría la vergüenza de la locura ¿Qué pasará cuando desaparezca el COVID-19?¿En qué nos hemos convertido a partir de su irrupción?¿No nos hemos vuelto más paranoicos, más temerosos y más controladores los unos de los otros?¿Con qué se llenarán las formas, las estructuras que persistan cuando la enfermedad se vaya?¿Se irá?¿Podremos establecer una nueva normalidad sin la necesidad de tener que regar de sentido esas formas vacías? ¿O tendremos la valentía de aprender a vivir después de esta experiencia deconstruyendo la estructura para crear nuevos caminos?

Las villas están cercadas, la muerte camina por los pasillos ante la indiferencia de quien está detrás del vallado o del televisor, la amenaza ahí, es realidad concreta. Esperemos que cuando el virus se vaya se lleve consigo sus formas y nos deje aprendizajes.

Por: Emilio Salvador

Profesor de filosofía