Historia de un abuso: carta para una niña
Hola bella niña de cabellos negros, tez blanca y ojos color del tiempo. Esta carta que te escribo es para recordarte momentos de tu vida que pensabas no recordar, pero que te hicieron quien sos.
Recuerda que tenías 7 años cuando tu hermano menor, de 4, nació. Vivías con tus abuelos maternos, tus tíos, y otras personas ajenas, en una casa de tejas rojas. Era humilde y carecía de espacio, pero abundaba el amor.
Solías levantarte y desayunar mate con tu abuelo, y jugar con tu hermana bajo el rayo de sol que daba en el patio de adelante.
Puntualmente quiero que recuerdes el fin de año donde te preparabas con ansias para recibir el 2002. Tus mejillas se enrojecían cuando tu abuela te mostraba cómo decoraba una deliciosa ensalada, mientras tu abuelo sacaba del bajo mesada decenas de platos para la familia. Recuerdo bien tus ojos y tu sonrisa dispareja que brillaban como nunca.
Recibiste el año con mucho entusiasmo, como si fuera el ultimo. Tu mami te recostó en tu habitación, la que compartías con tus hermanos y con ella.
¿Recuerdas? Techo de chapa y piso de madera, con camas superpuestas, y puertas de doble hoja de madera. Recuerdo bien que te costaba dormir porque tu mami se había ido, y te fuiste a acostar con tu hermanita, que en ese entonces solo tenía 5 años. Ahí estabas, mirando el techo escuchando cada fuego artificial, imaginabas las luces en el cielo, y tu rostro iluminado por ellas.
Lo que sigue angustia, pero es necesario que lo recuerdes. Entró alguien a la habitación, era un hombre, y puso sus manos en vos. No voy a describirte con detalles lo que pasó, porque sé niña, que recuerdas cada segundo.
Te bajaste de la cama y cerraste la puerta, temblando de miedo despertaste a tu hermano mayor y le contaste, como podías, lo que sucedió.
Tu hermano encendió la luz, te abrazó y lloró con vos, hasta que regresó tu mami.
Ya era de día, tu mami te abrazo, llorando te quitó la ropa sucia y te sacó de esa casa gritando lo que ese hombre te había hecho.
Recuerdo que tu abuela no te creyó, tus tíos tampoco. A los gritos te decían que dejes de mentir, que esas cosas no se decían.
Después de eso empezaste a saber cosas, que a tu edad no correspondían, y te hiciste “adulta” a la fuerza. Esa inocencia que apenas crecía en vos ya estaba aplastada por el dolor, el miedo y odio.
Pero hay algo que no recuerdas, y por eso escribo esta carta: siempre estuve ahí, con vos, ayudándote a que vuelvas a reír, a que superes cada momento, a que esa sonrisa y ese brillo en tus ojos nunca se apague.
Llorabas a escondidas, pero luego secabas tus lágrimas y salías con una sonrisa a batallar cualquier adversidad que se te pusiera en el camino.
La gente critica tu forma de ser. Diles que siempre vas a ser esa bella niña de cabellos negros, tez blanca, y ojos color del tiempo. Ellos entenderán.
Pd: sé siempre feliz, niña
Atte: anónimo
*Nota del medio: fue escrita por una mujer valiente