Fiebre amarilla: “Las enseñanzas de nuestra historia”

En 1871 la ciudad de Buenos Aires tenía aproximadamente 190 mil habitantes. Casi 14 mil murieron entre enero y junio por la fiebre amarilla: mas del 7% de la población. La fiebre amarilla es hasta el momento la epidemia más letal que vivieron los porteños.

En su libro “Cuando murió Buenos Aires: 1871”, el historiador Miguel Angel Scenna, hizo una notable investigación para describir la etapa más dolorosa de la época. Cuenta que los poquísimos hospitales estaban saturados, cerradas las escuelas, iglesias, los bancos, comercios, hasta el presidente Domingo Faustino Sarmiento se tomó un tren y mudó el gobierno nacional.

Los que pudieron abandonaron la ciudad, y la población se redujo a menos de la tercera parte. Escuchá bien: el índice normal de fallecimientos en Buenos Aires no superaba los 20 por día, en esas jornadas trágicas llegaron a morir más de 500 personas por día.

La incertidumbre llevó a creer que la fiebre se contagiaba de persona a persona, e incluso que se esparcía en los vapores malolientes del Riachuelo. Nadie sospechaba que el transmisor era un mosquito. Tampoco que la enfermedad había llegado en el cuerpo de los soldados que regresaban de la guerra de la Triple Alianza, en Paraguay.

Las primeras víctimas de ese año fueron dos italianos que vivían en un conventillo de San Telmo, entonces los inmigrantes italianos comenzaron a ser acusados de haber traído la plaga. Una comisión popular se dedicaba a desalojar de sus casas a todo pobre de las barridas del sur a quienes les quemaban sus pertenencias en la calle. El ejército llegó a impedir el acceso de la humilde población de raza negra, diezmada por la epidemia, al Barrio Norte, donde se establecieron los blancos de clase acomodada.

Así los porteños de 1871 lucharon contra las dos fiebres, la amarilla y la de la ignorancia. Ese año perdieron las batallas. Después aprendieron. Otras batallas continuaron, continúan, y continuarán. No olvidemos las enseñanzas de nuestra historia.